Costa Rica: Un País de Lluvia y Amor
Está lloviendo a cántaros mientras corro por las calles de La Carpio, Costa Rica. Finalmente llego a mi destino: la escuela Renovación, donde me tomo un respiro con el sonido de la lluvia en el techo de lata. Pero este momentito de paz no dura más que unos segundos. Cuando entro al aula, los chicos me saludan gritando y abrazándome; ya ha empezado un día lleno de aprendizaje y diversión.
Este verano, viví en Costa Rica por cinco semanas con la única meta de aprender el español. Pero salí del país con mucho más que un idioma. Salí con el amor y las conexiones de familias y amigos a quienes nunca olvidaré. Los ticos, como se llaman los costarricenses, me aceptaron y me enseñaron cómo hablar el español pachuco (slang en el español tico), funcionar en una cultura completamente nueva, y aprender a vivir lejos de casa.
¿Qué Hice?
Viví con una familia anfitriona cerca de Heredia, Costa Rica. Aunque viajé por unas conexiones de mi iglesia, trabajé con la directora del mismo programa de la Universidad de Valparaíso. Así, ¡tú puedes hacer un programa similar si quieres! Cada día después de trabajar, pasaba tiempo con mi familia tica. Jugaba con Santi (hijo menor de 10 años) en la cancha de fútbol, caminaba por el barrio con Ashly (hija mayor en sus 20s), me reía con Kendall (hijo mayor en sus 20s) y su novia Dani, y hablaba con los padres Isabel y Francisco y el resto de la familia. Me llevaron a la cabaña de sus amigos en las montañas, me enseñaron la comida tica, me ayudaron a acostumbrarme al país, y hicieron mucho más. Esta familia me trató con tanto cariño, y siempre la consideraré parte de mi vida.
Cada día me monté en el autobús y viajé a La Carpio, un barrio a la vez nicaragüense y tico donde trabajaba por el verano. Me costó aprender a usar los buses en un idioma nuevo y un sistema diferente de dinero, ¡pero siempre sabía dónde estaba en relación a la fábrica de galletas que se llama Pozuelo! En casi cualquier lugar en mi ciudad, se pueden ver las montañas con sus nubes grandiosas siempre flotando ahí.
Trabajé en dos lugares en La Carpio. Primero, enseñaba matemáticas – ¡y también español, si lo puedes creer! – a chiquitos aprendiendo a leer y escribir. Pero, en realidad, aprendí más de ellos que ellos aprendieron de mí. Riéndose de mi español, me ayudaron a hablar mejor y también a jugar como niña otra vez! No he jugado tanto a anda, o sea, “tag”, desde hace mucho tiempo. Extraño a los chicos y a las maestras muchísimo.
Después de la escuela, andaba por La Carpio al parque Renuevos. En Renuevos, un espacio verde para la ciudad sin casi naturaleza, siempre hay miles de niños corriendo, jugando fútbol, patinando, o haciendo arte. Pasando tiempo ayudando con los niños o jugando deportes con los chicos mayores, allí conocí a algunos de los mejores amigos de mi vida. Me encantó aprender palabras pachucas (slang) de ellos. Mis amigos me enseñaron palabras ticas como mae (dude), tuanis y chiva (cool), y mala nota (bad person más o menos), e intenté explicar palabras inglesas como “lit” o “bougie” a los amigos interesados en el inglés.
¿Dónde Fui?
Algunos fines de semana, viajaba con Heidi Michelsen, la directora del programa de VU, a lugares como la Playa Chaman y Longo Mai. Longo Mai es una comunidad mezclada de etnias diferentes, pero muchos son refugiados salvadoreños quienes escaparon de la guerra y de maras (gangs) en El Salvador. Allí aprendí a moler cacao y producir chocolate, hacer pupusas, y también a escuchar. Escuché las historias de los refugiados allí, quienes extrañan a sus familias todavía en El Salvador. Han sufrido tanto dolor y violencia, y han sacrificado mucho para llegar a Costa Rica. Cantamos canciones de justicia social con Don Pedro, un anciano sabio del pueblo quien nos contó su historia y lo que ha aprendido de ella.
¿Qué Aprendí?
Los desafíos de Don Pedro se reflejan en las vidas de mis amigos de La Carpio, donde muchos tienen vidas bien duras y difíciles. Durante un retiro con ellos en un campamento para el fin de semana, todos compartieron sus testimonios de la vida. Muchos de ellos sufren de familias rotas o desafíos financieros, y me abrieron los ojos a las situaciones actuales y tristes de tantos de mis amigos. Pero no dejan que sus sufrimientos los paren o maten. Se apoyan, se quieren, se abrazan… con la música, la familia, las bromas y las lágrimas, la iglesia y el fútbol…. Se mantienen vivos y fuertes. Nunca he visto tanto amor y determinación entre un grupo de personas. Los Carpianos definitivamente son un grupo increíblemente fuerte que siempre nos recuerda el poder de la amistad y del amor.
Nunca voy a olvidar las lecciones del amor de mis amigos, la fuerza de los refugiados de Longo Mai, y el cariño y apoyo de mi familia anfitriona. Agradezco al país por haberme aceptado y enseñado tanto. Siempre recordaré las cosas grandes, como el amor de mis amigos y mi familia. Pero también se quedarán en mi corazón las cositas pequeñas, como la lluvia en la lata, el olor de la fábrica Pozuelo, y los gritos de los chicos jugando a anda en la escuela. Gracias, Costa Rica, por todo lo que me dio.
Como decimos en Costa Rica, «que Dios le acompañe»,
Lucia Otten